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La autoridad democrática

David Estlund
derecho y polÍtica
$530
Jorge Luis Borges escribió alguna vez que la democracia comportaba un abuso de la estadística. Al parecer, la democracia no es un sistema que resulte naturalmente digerible: ¿por qué dejar asuntos tan importantes en manos de mayorías que carecen de un conocimiento cabal para opinar sobre ellos? En el intento de responder esta pregunta, algunas teorías sostienen que el procedimiento democrático tiene un valor intrínseco, más allá de que se traduzca o no en buenas decisiones. En La autoridad democrática, David Estlund se sumerge en una apasionante reflexión sobre la justificación de la autoridad democrática, y ofrece una alternativa innovadora al postular que la legitimidad de este orden se funda, al menos en parte, en el hecho de que permite arribar a mejores soluciones en virtud de la deliberación entre iguales. El autor concede que, tal como sucede en el juicio por jurados, la autoridad y la legitimidad de las decisiones políticas no dependen de que su contenido sea bueno o correcto. Pero sostiene que es crucial el valor epistémico del procedimiento, es decir, que este sea reconocido como el que más se aproxima a una decisión adecuada. Ahora bien, si lo único que importa es tomar buenas decisiones, cabe preguntarse por qué no gobiernan los expertos, los más sabios. Estlund toma distancia de esta postura y argumenta que el superior conocimiento de unos pocos sólo puede servir como justificación política si resulta aceptable para todos los puntos de vista atendibles. Si se busca el mejor sistema político, sin duda este será democrático: un ideal regulativo que comprenda leyes y políticas autorizadas por el pueblo, que a su vez se sujeta a ellas. A partir de un razonamiento que mucho tiene de diálogo y discusión con los principales pensadores que se han ocupado del tema -como Jürgen Habermas y John Rawls-, este libro original, ambicioso y provocador es una contribución imprescindible no sólo para rebatir sofisticadas teorías académicas sino también para desmantelar muchos prejuicios comunes sobre la democracia.

Tribunales débiles, derechos fuertes

Mark Tushnet
derecho y polÍtica
$590
¿Cuál es el papel adecuado de los tribunales en un Estado de Derecho? ¿Pueden reemplazar o "corregir" las decisiones de las legislaturas, integradas por personas elegidas por el voto de las mayorías? ¿Deberían compartir con el Congreso la potestad de interpretar las leyes? Dicho de otro modo, ¿quién debería tener la última palabra en la "traducción" de la Constitución y las leyes a la vida cotidiana? En este libro de extraordinaria influencia, que renovó de raíz el pensamiento jurídico contemporáneo, Mark Tushnet despliega los efectos positivos de un papel más "débil" por parte del Poder Judicial, un sistema en el que los legisladores y los funcionarios del Poder Ejecutivo participen abiertamente en la interpretación constitucional. Postula, además, una concepción más "fuerte" de los derechos sociales y económicos, que deberían quedar bajo la custodia activa de todas las ramas de gobierno (en primer lugar, las ramas políticas). Fundador de la corriente de los estudios críticos del derecho en los años setenta, rara avis en el derecho norteamericano -como jurista de izquierda que ocupa un lugar central en la discusión constitucional contemporánea-, Tushnet pone a prueba su propuesta comparando el derecho de los Estados Unidos con los de Australia, Canadá o el Reino Unido, y demuestra que un "control de constitucionalidad débil", como el que aplican esos países, puede ser compatible con el autogobierno democrático y la garantía del cumplimiento efectivo de los derechos para todas las personas. Mientras en la región se multiplican los conflictos entre poderes ejecutivos y judiciales -y su solvencia y legitimidad para tomar decisiones-, Siglo XXI acerca a los lectores de lengua castellana una obra clave para enriquecer y matizar esas discusiones, que en el fondo hablan de la fortaleza o debilidad de nuestras democracias.

¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?

Adam Przeworski
derecho y polÍtica
$305
¿Qué es razonable esperar de las elecciones en el mundo real, en que los mercados distribuyen de manera desigual los ingresos y en que los políticos hacen su mejor esfuerzo para perpetuarse en el poder? ¿Podemos hablar de elecciones en casos en que se debe optar entre dos variantes de lo mismo? ¿Es suficiente con que una mayoría de votantes considere que algo es lo mejor para todos? ¿Por qué los comicios tal como los conocemos son "el menos malo de los mecanismos" para elegir a quienes nos gobiernan? Con enorme solvencia, Adam Przeworski, uno de los principales politólogos de la época contemporánea, nos guía por todas las peripecias de los países y sus ciudadanos a la hora de decidir quiénes guiarán sus rumbos. Así, entran en juego las desigualdades económicas, los trucos, engaños y virtudes de los políticos o los sentimientos de nacionalidad, tanto como un repaso de las principales teorías de la política, el derecho y la sociedad, de Montesquieu y Condorcet a Kelsen y el neoconservadurismo. De Inglaterra a Zimbabue, de Hong Kong a México, Przeworski concentra en estas páginas, con la claridad expositiva de un manual de fácil lectura, un exhaustivo y atrapante estado de la cuestión sobre las elecciones. Como sucede en Qué esperar de la democracia, que inauguró esta colección en Siglo XXI, este libro no sólo es una riquísima fuente informativa sobre el tema, sino también un ejemplo del método intelectual de Przeworski: no tomar por obvio lo que parece serlo, y hacerse las preguntas que otros dejan pasar de largo. Así, el autor explica en estas páginas por qué no podemos esperar mayor justicia de las elecciones, que tienden a ser impotentes frente a muchos de los principales obstáculos que enfrentan, y por qué son en general incapaces de concretar los ideales que les dieron origen como base de los sistemas democráticos. Pese a todo -argumenta Przeworski-, los comicios son un método irrenunciable, entre otras razones porque apuntan a procesar de manera pacífica los conflictos en sociedades con profundas divisiones.