Racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable
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Ecología y capital
Enrique Leffsociología y política
La destrucción ecológica, la degradación ambiental y el deterioro de la calidad de vida de las mayorías aparece como un signo elocuente de los límites de la racionalidad económica sobre la cual se ha construido la civilización moderna. En la carrera desenfrenada del crecimiento económico se ha desterrado a la naturaleza de la esfera de la producción, subyugando las identidades culturales, socavando las bases de sustentabilidad ecológica del planeta y ensanchando las desigualdades sociales. Desde una postura crítica del discurso de la globalización y del desarrollo sostenible, Enrique Leff desentraña las raíces profundas de la crisis ambiental -crisis de la razón instrumental y de la racionalidad económica dominantes- y elabora los fundamentos de un nuevo paradigma productivo. Los valores de diversidad biológica, heterogeneidad cultural, pluralidad política y democracia participativa, que plasman el discurso del ambientalismo emergente, se constituyen en potenciales productivos para un desarrollo alternativo con bases de sustentabilidad y equidad, orientando la reapropiación social de la naturaleza y de los procesos productivos. Del diálogo crítico entre la economía y la ecología, irrumpe una economía política del ambiente, una teoría integradora de la economía ecológica y de la ecología política, movilizando a los nuevos actores sociales del ambientalismo emergente hacia la construcción de una nueva racionalidad productiva alimentada por la vitalidad de las fuerzas de la naturaleza y los sentidos civilizatorios de la diversidad cultural. Desde la lacerante realidad de América Latina y el Tercer Mundo se configura una utopía ambientalista, reorientando el desarrollo de las fuerzas productivas, recreando las formas de sociabilidad y reconfigurando las relaciones de poder. La lucha por la democracia se articula con los fines del desarrollo sustentable y con la exigencia de la sociedad de participar en la gestión de sus recursos naturales, de sus servicios públicos y de sus bienes colectivos. Este ambientalismo productivo, impulsado por las demandas de autonomía, equidad, justicia y democracia de las organizaciones campesinas, las comunidades indígenas y el movimiento urbano-popular, está fertilizando el campo de una política del ambiente. La gestión participativa de la sociedad en la apropiación de los recursos ambientales conlleva un proyecto de democracia directa, ofreciendo opciones para erradicar la pobreza a partir de los potenciales ecológicos y productivos de las comunidades. La transición hacia la democracia y la sustentabilidad abre perspectivas promisorias a los pueblos de América Latina y del Tercer Mundo para construir un proyecto histórico diverso como sus etnias y sus ecosistemas, solidario con las demandas actuales de justicia social y comprometido con el destino de las generaciones futuras.