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Crítica de la razón imperial
Mario Ruiz Sotelofilosofía
Bartolomé de Las Casas es uno de los filósofos más originales de todos los tiempos. Es el primer filósofo de América. De la América surgida a raíz de la conquista. Es así porque entendió su autonomía y pidió equipararla con la de la propia Europa. La suya no es una América creada por los europeos. Al pedir que se aceptara la legitimidad de los gobernantes y los derechos de los pueblos originarios demandaba también el reconocimiento de su historia y su cultura, o dicho en otros términos, de una existencia y un ser constitutivos precedentes a la invasión. Para él, el secreto de América no se encontraba en el gobierno y ni siquiera la religión que pudieran comunicar los españoles, sino en la voluntad de sus propios habitantes. Es a partir de ellos, de su realidad y sus necesidades, que debía emprenderse el análisis filosófico. La comprensión de la alteridad de los indios implicaba una nueva percepción de la historia y del mundo. De la Historia del mundo. El encuentro con ellos significaba el descubrimiento de un punto de observación diferente para hacer filosofía. En su idea, pues, no había que inventar, sino descubrir. Bartolomé de Las Casas es un filósofo de la era moderna. Lo es porque, al momento en que nace la modernidad, es capaz de criticarla, de observar la negatividad inscrita en la base de su afirmación. Consigue desmantelar el viejo prejuicio aristotélico de la esclavitud por naturaleza y emprende una lucha filosófica por incluir la idea de libertad en cualquier definición del carácter humano. Al dejarse impactar por la interlocución trascendente del Otro descubierto supera la visión aldeana del naciente nacionalismo de su tiempo y desecha la idea de la superioridad cultural, abogando por una comprensión hermenéutica donde se posibilitara el diálogo, extrapolando la interpelación indiana hacia cualquier grupo no cristiano: los negros, los musulmanes, los judíos, todos aquellos que debían conformar una nueva idea de humanidad. En ese sentido, la famosa polémica de Valladolid puede ser concebida como una disputa entre dos humanismos: el eurocéntrico y provinciano de Ginés de Sepúlveda frente al americano y universalista de Bartolomé de Las Casas. En el fondo de la obra lascasiana se halla una radical crítica de la razón imperial que no puede hacerse sino desde la situación padecida por las víctimas de la conquista. El resultado de la misma es una filosofía política injustamente olvidada y que, sin embargo, se encuentra plena de vigencia.