En Resistir al neoliberalismo. Comunidades y autonomías Pilar Calveiro no se centra en las características del neoliberalismo sino, como su nombre lo indica, en la posibilidad y la potencia de las resistencias comunitarias. Para ello retoma la discusión sobre los rasgos violentos y autoritarios del neoliberalismo, desarrollados en textos anteriores, enfatizando ahora en la conformación de redes de poder que rebasan al aparato estatal. Ello obliga a desplazar el foco de análisis, del Estado y sus responsabilidades directas o indirectas, a la gubernamentalidad neoliberal, como una trama más densa y compleja. Se trata de observar la articulación de las redes de poder legal/ilegales y público/ privadas que, en el neoliberalismo, ejecutan diversas violencias orientadas a desarrollar verdaderas políticas del miedo. La desprotección social, así como las distintas violencias inherentes al neoliberalismo, genera miedos difusos, que se dirigen intencionalmente hacia el Otro —migrante, terrorista, indígena, criminal— y se utilizan como mecanismo de control poblacional. Las prácticas de desposesión, propias de este modelo, echan mano del miedo e incluso del terror para consumar sus objetivos de muerte.
Frente a ello, surgen distintas resistencias, entre las que destacan las comunitarias, indígenas y autonómicas por su capacidad de respuesta y construcción de alternativas.
Este texto analiza especialmente las experiencias de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC-PC) en Guerrero y del Municipio Autónomo de Cherán K’eri, en el estado de Michoacán. Ambas se enfrentaron a la violencia desplegada por redes criminales protegidas o toleradas por instancias del aparato estatal, que intentaron someterlas por miedo. Sin embargo, lograron reconocerlo y sobrepasarlo basadas en el tejido comunitario, la solidaridad, la memoria de antiguas luchas y resistencias y, desde luego, el valor de hombres y mujeres.
Así construyeron formas alternativas de organización social y política, que les permitieron defender sus territorios y crear espacios seguros para la protección de la vida humana, natural, social, cultural: la vida de todos. Estas resistencias no sólo resguardan el espacio comunitario que les pertenece sino que, al defender la vida, levantan la esperanza y renuevan la promesa de lo que vendrá: un mundo otro, más justo, más equitativo, más diverso, más humano.