Óscar Betanzos
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Historia de la cuestión agraria mexicana
Enrique Montalvohistoria de la cuestión agraria mexicana
Sin duda, uno de los principales protagonistas -si no el más importante- del origen, desarrollo y desenlace de la Revolución mexicana ha sido el campesinado, o la sociedad rural en su sentido más amplio. En efecto, desde las luchas por la Independencia en 1810 hasta la consolidación del moderno Estado mexicano en el primer tercio del presente siglo, este sector social se ha caracterizado por su omnipresencia; bien porque en su nombre unos se han encaramado al poder o bien porque ha conseguido expulsar a los tiranos al sitio que les corresponde. Este comportamiento, sin embargo, no ha manifestado siempre un carácter revolucionario, en el amplio sentido del vocablo, o para decirlo en sus justos términos, en el del cambio de las estructuras sociopolíticas que lo oprimen. Más bien, dicha presencia se ha distinguido por su amoldamiento a las circunstancias prevalecientes. Así, encontramos al campesinado luchando algunas veces en favor de sus opresores; otras, en su contra. Y en la mayoría de las ocasiones demostrando una aparente indiferencia frente a los cataclismos sociales. No obstante, la sociedad rural continúa ahí: expectante, cuestionadora y, por lo general, huraña hacia quienes pasan frente a ella sin dejar de echarle una mirada.
Ese continuo acecho de la sociedad rural hacia todo lo que le resulta extraño constituye, quizás, el carácter más auténtico de su razón de ser: "zona sagrada" por la cual da la vida ante cualquier intento de profanación. En la historia de la Revolución mexicana, la intensidad y el carácter de este acecho rural se manifestaron de un modo disparejo -bastante disparejo, para ser precisos- a lo largo y ancho del país.
En el campo del análisis historiográfico, esta aparente obviedad nos permite establecer un par de consideraciones. Primero, que podemos hablar de "regiones revolucionarias" con sus respectivas especificidades, como fueron sus caudillos, sus caciques y sus ejércitos; y segundo, que a partir de esta circunstancia es posible discernir sobre el peso específico que las diferentes clases y grupos sociales ejercieron tanto en la explosión como en el derrotero que la Revolución mexicana habría de seguir.
Por lo que toca a este último punto, la presente obra aporta la información necesaria para desmitificar el pretendido carácter popular, y sustancialmente campesino, que la historia oficial asigna al movimiento armado de 1910. De acuerdo con los datos y la reflexión aportados por los autores de este libro, podemos afirmar, por un lado, que no existió una causa única, o una de mayor peso que actuara como detonador del movimiento armado; y, por otro, que la presencia de un sector medio, sobre todo empresarial, localizado en el norte del país, fue el que socavó militar y políticamente al régimen porfirista. Esta conclusión no niega, sin embargo, la extraordinaria participación de los ejércitos eminentemente rurales. Con tal propósito, en el cuerpo de la presente investigación se marcan los límites geográficos e ideológicos del zapatismo, principal protagonista campesino en los destinos de la nación.
A tales fines se dedican precisamente los temas fundamentales de esta obra, a saber: el escenario económico en el porfirismo, las regiones revolucionarias, los rancheros chihuahuenses, los ingredientes ideológicos de la Revolución y el papel de los caciques y los caudillos en la cristalización del naciente Estado revolucionario.
Óscar Betanzos se desempeña actualmente como profesor en la ENEP-Acatlán; Enrique Montalvo es investigador del INAH; Jane Dale Llyod labora como profesora e investigadora en el Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana; Pedro González es investigador del ClDE y profesor en la Facultad de Economía de la UNAM.