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Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en filosofía

Jacques Derrida
teoría
$205
"Hablaré pues de un tono apocalíptico en filosofía." Al comenzar así, un discurso parece prometer, anunciar o predecir. Pero curiosamente, Derrida prefiere referirse a los que adoptan ese tono para prometer, anunciar y predecir el fin de la filosofía, de la historia, del arte, del sujeto. Jamás los menciona por sus nombres, pero, poco a poco, sin abandonar su tono enigmático, antiapocalíptico, Derrida enseña sus uñas y, amparado en Kant, que ya en su tiempo hubo de lanzarse contra los mistagogos apocalípticos que proclamaban la muerte de la filosofía en aras del misterio y de la poesía, proclama la vigencia de la reflexión y de las Luces. No hay desvelamiento, contemplación o revelación (y tales son los verdaderos significados de la palabra griega apocalipsis) que destruya la conciencia histórica del hombre. San Juan y Kant ayudan a Derrida a escribir uno de los ensayos más impresionantes salidos de su pluma.

De la gramatología

Jacques Derrida
lingüística y teoría literaria
$400
Durante los últimos años, el estudio de la escritura ha sido objeto, por obra de Jacques Derrida, de una renovación fundamental y un cambio de nivel. Se observa, no sin sorpresa, que, en Occidente, bajo el dominio de la escritura fonética, se ha privilegiado el lenguaje hablado como si constituyera el lenguaje por excelencia: respecto a él, el lenguaje escrito apenas sería una reproducción auxiliar o un instrumento cómodo. Hay en esto una estructuración que pudiera llamarse fonocéntrica. Este privilegio del significante fónico sobre el gráfico sólo puede legitimarse a partir de lo que sería un interior donde reside el pensamiento y un exterior donde está situada la escritura. Es la humillación de la escritura la que organiza nuestro concepto de signo, lo que gobierna nuestro concepto de verdad, organizado como un logocentrismo. Sin embargo, podría demostrarse que la posibilidad general de la escritura fundamenta la posibilidad de la lengua misma. La gramatología implica una reforma del concepto de escritura, una archiescritura lógicamente anterior a todas las oposiciones, y está llamado a des-construir -no aboliéndolos, sino remontándolos a su raíz- todos los presupuestos de una lingüística cuyos progresos, precisamente, permitieron abordarla.